La Fraternidad para jóvenes más antigua del mundo, en México desde hace 8 años. Trabajando por formar líderes, pero sobre todo mejores hijos, mejores amigos y mejores hombres.
Orden DeMolay México
martes, 5 de octubre de 2010
UN NUEVO CAPITULO DEMOLAY EN MEXICO
El pasado sábado 02 de octubre, en la ciudad de Querétaro, Querétaro, se constituyo el 4to Capitulo de la Orden DeMolay en México "Socrates No. 4", FELICIDADES A LOS NUEVOS DEMOLAY, A LOS NUEVOS ASESORES Y A TODOS LOS DEMOLAY DE MEXICO, POR ESTE GRAN LOGRO
viernes, 16 de abril de 2010
Nuestro héroe: Jacques DeMolay
Jacques Bernard DeMolay nació en la ciudad de Vitrey en Borgoña, Francia, en el año 1244. Miembro de una familia noble y adinerada, era hijo de Juan, Señor de Lonvy, heredero de Mathe y Señor de Rahon, territorio a donde pertenece la región DeMolay, de donde viene el apellido familiar.
A los 21 años, DeMolay solicitó su admisión en la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón, mejor conocidos como Caballeros Templarios u Orden del Temple, que en ese tiempo estaban bajo el liderazgo de Tomás Berard. A su encuentro salió el visitador de Francia y de Portu, Imbert de Perand, y finalmente, DeMolay fue iniciado en la capilla del Temple en la residencia de Beaune y comenzaría su carrera monástica-militar como un templario más, bajo la triple regla de pobreza, obediencia y castidad.
Después de la muerte de Tomás de Berard en 1273, el puesto de Gran Maestro lo ocupó William de Beaujeu, durante parte de este tiempo, los mamelucos tomaron posesión de Tierra Santa y las fuerzas cristianas fueron desplazadas. Jacques DeMolay, después de luchar valientemente, fue enviado a la Britania, donde rápidamente fue subiendo en la jerarquía de la Orden. Fue ascendido al cargo de Visitador General y posteriormente a Gran Preceptor de toda Bretaña. Durante este tiempo, William de Beaujeu falleció y ascendió Thibaud de Gaudin como Gran Maestre.
Posterior a la muerte de Thibaud de Gaudin el 16 de abril de 1292 Y después de casi 30 años de servicio a la Orden y una impecable labor, DeMolay fue elegido por sus Hermanos Templarios como el nuevo Gran Maestre en 1293, una posición de poder y prestigio, pero sobre todo, un puesto de responsabilidad y liderazgo; convirtiéndose en el 23º y el último Gran Maestre de la Orden.
Después de su ascensión al cargo, organizó varias expediciones a Tierra Santa, logrando entrar a Jerusalén y venciendo las fuerzas del Sultán de Egipto, Malej Nacer, derrotándolo definitivamente en la ciudad de Emesa en 1299. En 1300 organizó otra incursión hacía Alejandría y estuvo a punto de recuperar la ciudad de Torsota para la cristiandad, de manos de los sirios.
Pero para el infortunio de las fuerzas cristianas en general, los sarracenos ganaron terreno y rápidamente las ciudades que los Templarios habían ganado, les fueron arrebatadas. Ello sucedió ya que solamente los Templarios y los Hospitalarios se encargaron de defender las ciudades, desprovistos de apoyo de otros reinados de la cristiandad. Jacques DeMolay se veía en apuros por esta situación.
Así que decidió partir de Inglaterra a la isla de Chipre, para reorganizar las fuerzas templarias, cuyas actividades no sólo se veían inmersas en recuperar Tierra Santa, sino en proteger a los peregrinos y a los reinos cristianos de sus enemigos, ya fueran musulmanes o paganos. DeMolay esperaba reorganizar a sus ejércitos a la espera de que una nueva cruzada fuera convocada, pero el convocado fue él y varios de los altos mandos del Temple, el Papa Clemente V los llamaba a la ciudad de París, Francia, para atender algunos asuntos en 1307.
Desde hacía algún tiempo, el rey francés Felipe IV debía mucho dinero a la Orden Templaria, por unos préstamos que le habían realizado, esto, sumado a la negativa de la Orden a admitirlo como caballero y a la ambición del monarca, desembocó en que Felipe, “el hermoso”, convenciera al Papa Clemente V de aprehender a los templarios por una serie de cargos de herejía y hechicería.
En el otoño de 1307, el viernes 13 de octubre por la noche, Jacques DeMolay fue aprehendido junto con gran parte de sus hermanos por los soldados del monarca francés y de la inquisición en todo el territorio francés. Cabe mencionar la nula resistencia de los Caballeros Templarios a ser aprehendidos, siendo que eran de los guerreros más fieros de toda la cristiandad.
Gran parte de los templarios murieron durante los procesos de juicio y testimonios, en los que el jefe inquisidor Imbert, confesor del rey Felipe, utilizó toda la gama de artilugios y aparejos para sacar las confesiones de sus labios. Los tormentos terribles de la Inquisición se utilizaron de manera brutal. A lo largo de siete años de proceso judicial, muchos caballeros confesaron, más víctimas del sufrimiento que por la veracidad de sus palabras. DeMolay fue uno de ellos, aceptando los cargos de los que se le acusaba, pero jamás revelando a sus compañeros o los secretos de la Orden, aún cuando antes de atormentarlo le habían ofrecido riquezas y poder.
Sin embargo, DeMolay se sentía sumamente avergonzado y deshonrado de haber aceptado tales acusaciones, que resultaban impías y falsas. En el último momento, el 18 de marzo de 1314, cuando el arzobispo de Sens dio la condena de cadena perpetua al Gran Maestro y a sus compañeros frente a la catedral de Notre Dame, públicamente, DeMolay decidió retractarse y gritar a la muchedumbre:
“Justo es que en estos últimos instantes de mi existencia revele la verdad. Confieso por lo tanto, ante Dios y ante los hombres, que, para mi eterna deshonra, he cometido en efecto los mayores crímenes, pero únicamente cuando reconocí y confesé aquellos que una maldad muy oscura ha imputado a nuestra Orden: afirmo, como la verdad me obliga a constatar, que la Orden es inocente. Si alguna vez declaré lo opuesto, lo hice únicamente para finalizar los horribles estragos del suplicio y para conseguir la indulgencia de mis torturadores.
Conozco el castigo que me espera por las palabras que estoy diciendo; pero el horrible espectáculo que se me ha presentado con el destino de muchos de mis hermanos, no me llevará de nuevo a confirmar mi primera falsedad con otra; la vida que se me ofrece con tan nefasta condición, la dejaré sin sentimiento. ¡Nos consideramos culpables, pero no de los delitos que se nos imputan, sino de nuestra cobardía al haber cometido la infamia de traicionar al Temple por salvar nuestras miserables vidas!"
Las palabras del Gran Maestro fueron causa de tumulto entre la gente que presenciaba lo que era el final del proceso contra los templarios. DeMolay y sus compañeros fueron rápidamente llevados a un juicio secreto y final, dentro de las instalaciones de la catedral, donde mantuvo su postura, apoyado por Guy de Auvergnie. Ambos fueron condenados a la hoguera, y ese mismo día, frente a Notre Dame, caminaron hacía el destino que muchos de sus hermanos habían seguido antes.
El rey Felipe IV y el Papa Clemente V se veían complacidos en parte, por la aniquilación del último Gran Maestro y la caída de la Orden del Temple, aunque no habían conseguido lo que buscaban: el gran tesoro de los Templarios, el poder oculto y los secretos de la Orden. Felices por el veredicto contra DeMolay, estuvieron presentes en su ejecución. Pero DeMolay no se fue sin proferir sus últimas palabras. Las primeras, en defensa de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, que habían sido acusados falsamente; las últimas, dichas como una voz profética contra sus detractores:
"Dios sabe quién se equivoca y ha pecado, y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad. Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!... A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año..."
Tras proliferar tales palabras, Jacques Bernard DeMolay, último Gran Maestro de los Caballeros Templarios fue quemado lentamente en la hoguera junto a Guy de Auvergnie, Preceptor de Normandía. Y al igual que varios de sus hermanos, al morir lentamente en la hoguera, rezaron el “Padre Nuestro”, mientras sus cuerpos eran consumidos por el fuego.
Muchos de los presentes, regresaron al anochecer para recoger las cenizas de los que consideraban mártires, y las guardaron como reliquias. Y la profecía de Jacques DeMolay se cumplió justo como lo había dicho: Clemente V murió a los 37 días, ya estaba enfermo pero sufrió una fuerte infección estomacal que lo terminó. El rey Felipe murió el 29 de noviembre, a causa de un accidente de caza, sufrió una apoplejía y murió.
Jacques Bernard DeMolay, como todos sus compañeros, son dignos de reverencia. Fueron grandes Caballeros que defendieron a capa y espada lo que creían y consideraban sagrado. Sus ideales de honor, justicia, respeto, humildad y sabiduría, deben estar presentes en nosotros cada día de nuestras vidas. Recordemos al héroe y mártir, al último Gran Maestro de los Templarios, quien decidió dar su vida a vivirla con deshonra, quien prefirió morir a traicionar a sus compañeros o faltar a su juramento, y quién jamás perdió la esperanza y la devoción en el Eterno.
domingo, 28 de marzo de 2010
Julio 15-18, 2010
Cuernavaca, Morelos, México.
http://www.youtube.com/watch?v=qjM-NUKyYZg
viernes, 12 de marzo de 2010
I CONGRESO NACIONAL DEMOLAY MEXICO
miércoles, 3 de marzo de 2010
Las Siete Virtudes
Todo Caballero DeMolay se encuentra regido por siete principios básicos, por las Siete Virtudes Cardinales a la que fue consagrado en el momento de su iniciación, y las cuales prometieron cumplir y defender a toda costa. Estas Virtudes se encuentran a manera de luz dentro del templo, ya que son las guías de todo DeMolay en un camino de obscuridad. Todo comienza con una chispa, de cada quien depende que ese primer fuego se expanda, ilumine y dé calor a nuestro alrededor y a nuestros semejantes ó caiga víctima de las tinieblas extinguiéndose.
El Amor Filial es el más primario, básico y puro en las formas del Amor, ya que nace desde que nos gestamos en el vientre de nuestra madre, desde que sentimos el calor y el cariño que nuestros padres profesan por nosotros desde antes de nacer, ése Amor es recíproco y se forja en el primer momento en que vemos a esos ángeles que llamamos papá y mamá.
El Amor Filial es el amor a la familia. Un sabio dijo alguna vez “quién no dedica tiempo a su familia jamás será un hombre verdadero” y en las Tablas de la Ley se expresa “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Es necesario que sepamos retribuir los cuidados que nuestros padres nos han brindado en todos los momentos de nuestras vidas, ya que somos fruto de ellos y les debemos gran parte de lo que somos ahora, por medio del cariño y la consideración.
La Reverencia y Respeto por las Cosas Sagradas es la consciencia de que no somos sólo carne, somos seres luminosos y no esta burda materia, y así como tenemos padres terrenos, también tenemos un Gran Padre Celestial. Es la reverencia que debemos tener hacía la vida de todos los seres que son nuestros hermanos e hijos de Dios, no importando qué nombre le demos.
El respeto a las diferentes ideas y creencias de nuestros Hermanos con respecto a nuestro Padre, ya que debemos reconocer sus enseñanzas en todas las cosas y ver que todos los caminos llevan a Dios, y que cada uno tiene derecho a elegir su propio camino, siempre respetando al que no siga el nuestro.
La Cortesía es ser amable con todas las personas, mostrando respeto aún a los que desconocemos. Se trata de una virtud básica del caballero, aquella que lo distingue como tal y que consiste en respetar los códigos que establecemos, en ser galantes con las damas y acomedidos con los demás.
Se trata de la hospitalidad que podemos tener con cualquiera, familiar, amigo o desconocido, para facilitarle y hacerle un poco más cómoda la existencia y ayudando cuando necesite. Es mostrarles a los demás que el ser mejor comienza por uno mismo, y que la fuerza y la virilidad no son menos por ser corteses, sino que, al contrario, lo reafirman y nos hacen caballeros y hombres.
El Compañerismo es una de las piezas claves del caballero DeMolay. Todo hombre debe sentirse afortunado al tener un compañero para realizar las labores diarias. Es un verdadero privilegio el tener a un amigo a nuestro lado, en quien podamos contar siempre, y es un gran honor el que nos consideren amigos de alguien.
Esta virtud engloba varias otras, como son la confianza, la comprensión y el compromiso para con el otro. Ayudar a nuestros compañeros para el bien común, asistir a nuestros amigos y apoyarlos en todo momento es nuestro deber como compañeros, amigos y Hermanos, y debemos honrar el que nos llamen con uno de estos títulos tan importantes.
La Fidelidad es la virtud ligada al Compañerismo, siendo la luz y la espada de éste, es el ser firmes en el apoyo a nuestra familia y amigos por sobre todas las cosas y esforzarnos al máximo por no fallarles. Es permanecer firmes y con alto en nuestros ideales y principios, estando inertes ante la adversidad.
Significa el ser leal a una palabra dada y a cumplir siempre nuestras promesas, porque de eso depende gran parte de la grandeza que podamos adquirir. La Fidelidad es ser leales con nosotros mismos, con nuestros principios y valores, con nuestros familiares y Hermanos, aunque eso signifique el entregar la vida en defensa de ellos.
La Pureza es la virtud que trata de mantenernos libres de cualquier clase de cosas que puedan corrompernos, de dejar los vicios que podamos tener y de todo lo que pueda obnubilar y sesgar nuestro cuerpo, mente y espíritu.
Es buscar lo mejor para nosotros y para nuestros semejantes, alejarnos de las cosas que nos perjudican y tratar de ser mejores. Mantenernos puros es ser limpios de corazón y no cometer acciones que nos envilezcan, caminando siempre por la senda de la virtud y el bien.
El Patriotismo es el amor y el respeto que debemos tener con nuestra querida Patria, con nuestra Nación y lo que la conforma, que son las tradiciones y costumbres, el patrimonio cultural y sobre todo la gente que comparte este territorio que llamamos orgullosamente “Nuestro suelo”.
Ser patriota consiste en honrar a las personas que han laborado por nuestro país, y que mejor manera de hacerlo que el luchar cada día por ser mejores y ayudar a la gente que vive a nuestro alrededor, ostentando la bandera de nuestra Nación y luchando por que la Libertad, Igualdad y Fraternidad se vean por sobre todas las cosas.
Estas son nuestras Virtudes Cardinales, aquellas que resplandecen dentro del Templo, pero el Templo no es aquél edificio al que asistimos, sino que somos nosotros mismos, cada quien es su propio Templo, donde reside el espíritu y donde todo el simbolismo queda impreso diariamente. ¡Vivamos como hombres! ¡Vivamos como caballeros! ¡Vivamos como DeMolay!